lunes, 16 de julio de 2012

CAMINANTE.

          CAMINANTE  
Caminante, son tus huellas                        
el camino y nada más;
Caminante, no hay camino,
se hace camino al andar.
Al andar se hace el camino,
y al volver la vista atrás
se ve la senda que nunca
se ha de volver a pisar.
Caminante no hay camino
sino estelas en la mar.
A.    Machado (Proverbios y cantares

 http://www.youtube.com/watch?v=QBdCLizaSiw

GENERACIÓN DEL 27

INSOMNIO

Madrid es una ciudad de más de un millón de cadáveres (según las últimas estadísticas).
A veces en la noche yo me revuelvo y me incorporo en este nicho en el que hace 45 años que me pudro,
y paso largas horas oyendo gemir al huracán, o ladrar los perros, o fluir blandamente la luz de la luna.
Y paso largas horas gimiendo como el huracán, ladrando como un perro enfurecido, fluyendo como la leche de la ubre caliente de una gran vaca amarilla.
Y paso largas horas preguntándole a Dios, preguntándole por qué se pudre lentamente mi alma,
por qué se pudren más de un millón de cadáveres en esta ciudad de Madrid,
por qué mil millones de cadáveres se pudren lentamente en el mundo.
Dime, ¿qué huerto quieres abonar con nuestra podredumbre?
¿Temes que se te sequen los grandes rosales del día, las tristes azucenas letales de tus noches?
                                         Dámaso Alonso

QUÉ TRISTE ESTAR SOLO EN EL SUR
Quizá mis lentos ojos no verán más el sur 
de ligeros paisajes dormidos en el aire, 
con cuerpos a la sombra de ramas como flores 
o huyendo en un galope de caballos furiosos. 

El sur es un desierto que llora mientras canta, 
y esa voz no se extingue como pájaro muerto; 
hacia el mar encamina sus deseos amargos 
abriendo un eco débil que vive lentamente. 

En el sur tan distante quiero estar confundido. 
La lluvia allí no es más que una rosa entreabierta; 
su niebla misma ríe, risa blanca en el viento. 
Su oscuridad, su luz son bellezas iguales.
                  Luis Cernuda

SI EL HOMBRE PUDIERA DECIR LO QUE AMA
Si el hombre pudiera decir lo que ama, 
si el hombre pudiera levantar su amor por el cielo 
como una nube en la luz; 
si como muros que se derrumban, 
para saludar la verdad erguida en medio, 
pudiera derrumbar su cuerpo, 
dejando sólo la verdad de su amor, 
la verdad de sí mismo, 
que no se llama gloria, fortuna o ambición, 
sino amor o deseo, 
yo sería aquel que imaginaba; 
aquel que con su lengua, sus ojos y sus manos 
proclama ante los hombres la verdad ignorada, 
la verdad de su amor verdadero. 

Libertad no conozco sino la libertad de estar preso en alguien 
cuyo nombre no puedo oír sin escalofrío; 
alguien por quien me olvido de esta existencia mezquina 
por quien el día y la noche son para mí lo que quiera, 
y mi cuerpo y espíritu flotan en su cuerpo y espíritu 
como leños perdidos que el mar anega o levanta 
libremente, con la libertad del amor, 
la única libertad que me exalta, 
la única libertad porque muero. 

Tú justificas mi existencia: 
si no te conozco, no he vivido; 
si muero sin conocerte, no muero, porque no he vivido.
          Luis Cernuda

CANCION A UNA MUCHACHA MUERTA
Dime, dime el secreto de tu corazón virgen,
dime el secreto de tu cuerpo bajo tierra,
quiero saber por qué ahora eres un agua,
esas orillas frescas donde unos pies desnudos se bañan con espuma.

Dime por qué sobre tu pelo suelto,
sobre tu dulce hierba acariciada,
cae, resbala, acaricia, se va
un sol ardiente o reposado que te toca
como un viento que lleva sólo un pájaro o mano.

Dime por qué tu corazón como una selva diminuta
espera bajo tierra los imposibles pájaros,
esa canción total que por encima de los ojos
hacen los sueños cuando pasan sin ruido.

Oh tú, canción que a un cuerpo muerto o vivo,
que a un ser hermoso que bajo el suelo duerme,
cantas color de piedra, color de beso o labio,
cantas como si el nácar durmiera o respirara.

Esa cintura, ese débil volumen de un pecho triste,
ese rizo voluble que ignora el viento,
esos ojos por donde sólo boga el silencio,
esos dientes que son de marfil resguardado,
ese aire que no mueve unas hojas no verdes...

¡Oh tú, cielo riente, que pasas como nube;
oh pájaro feliz, que sobre un hombro ríes;
fuente que, chorro fresco, te enredas con la luna;
césped blando que pisan unos pies adorados!
                             Vicente Aleixandre

35 BUJIAS
Sí. Cuando quiera yo
la soltaré. Está presa,
aquí arriba, invisible.
Yo la veo en su claro
castillo de cristal, y la vigilan
—cien mil lanzas— los rayos
—cien mil rayos— del sol. Pero de noche,
cerradas las ventanas
para que no la vean
—guiñadoras espías— las estrellas,
la soltaré. (Apretar un botón.)
Caerá toda de arriba
a besarme, a envolverme
de bendición, de claro, de amor, pura.
En el cuarto ella y yo no más, amantes
eternos, ella mi iluminadora
musa dócil en contra
de secretos en masa de la noche
—afuera—
descifraremos formas leves, signos,
perseguidos en mares de blancura
por mí, por ella, artificial princesa,
amada eléctrica.
                                   Pedro Salinas


SI MI VOZ MUERIERA EN TIERRA
Si mi voz muriera en tierra 
llevadla al nivel del mar 
y dejadla en la ribera.
Llevadla al nivel del mar 
y nombradla capitana 
de un blanco bajel de guerra.
¡Oh mi voz condecorada 
con la insignia marinera: 
sobre el corazón un ancla 
y sobre el ancla una estrella 
y sobre la estrella el viento 
y sobre el viento la vela!
                   R. Alberti


MI CORZA
Mi corza, buen amigo, 
mi corza blanca.
 
Los lobos la mataron
 
al pie del agua.
 
Los lobos, buen amigo,
 
que huyeron por el río.
 
Los lobos la mataron
dentro del agua.
                          (1992)   R Alberti
         LA PALOMA
Se equivocó la paloma,
se equivocaba.
Por ir al norte, fue al sur.
Creyó que el trigo era agua.
 Se equivocaba.
Creyó que el mar el cielo;
que la noche, la manaña.

Se equivocaba.
Que las estrellas, rocío;
que la calor, la nevada.

Se equivocaba.
Que tu falda era tu blusa,
que tu corazón, su casa.

Se equivocaba.
(Ella se durmió en la orilla.
Tú, en la cumbre de una rama).
                   R. Alberti

MUERTE DE ANTOÑITO EL CAMBORIO
             Voces de muerte sonaron
            cerca del Guadalquivir.
            Voces antiguas que cercan
            voz de clavel varonil.
            Les clavó sobre las botas
            mordiscos de jabalí.
            En la lucha daba saltos
            jabonados de delfín.
            Bañó con sangre enemiga
            su corbata carmesí,
            pero eran cuatro puñales
            y tuvo que sucumbir.
            Cuando las estrellas clavan
            rejones al agua gris,
            cuando los erales sueñan
            verónicas de alhelí,
            voces de muerte sonaron
            cerca del Guadalquivir.***

            - Antonio Torres Heredia
            Camborio de dura crin,
            moreno de verde luna,
            voz de clavel varonil:
            ¿Quién te ha quitado la vida
            cerca del Guadalquivir?
            - Mis cuatro primos Heredia,
            hijos de Benamejí.
            Lo que en otros no envidiaban,
            ya lo envidiaban en mí.
            Zapatos color corinto,
            medallones de marfil,
            y este cutis amasado
            con aceituna y jazmín.
 
            - ¡Ay Antoñito el Camborio
            digno de una emperatriz!
            Acuérdate de la Virgen
            porque te vas a morir.
            - ¡Ay Federico García,
            llama a la guardia civil!
            Ya mi talle se ha quebrado
            como caña de maíz.***
            Tres golpes de sangre tuvo
            y se murió de perfil.
            Viva moneda que nunca
            se volverá a repetir.
            Un ángel marchoso pone
            su cabeza en un cojín.
            Otros de rubor cansado
            encendieron un candil.
            Y cuando los cuatro primos
            llegan a Benamejí,
            voces de muerte cesaron
            cerca del Guadalquivir.
                        F.G.LORCA
      
LOS NOMBRES      
Los nombres,
Albor. El horizonte 
entreabre sus pestañas, 
y empieza a ver. ¿Qué? Nombres. 
Están sobre la pátina
de las cosas. La rosa 
se llama todavía 
hoy rosa, y la memoria 
de su tránsito, prisa.
Prisa de vivir más. 
A lo largo amor nos alce 
esa pujanza agraz 
del instante, tan ágil
que en llegando a su meta 
corre a imponer después. 
Alerta, alerta, alerta, 
yo seré, yo seré.
¿Y las rosas? Pestañas 
cerradas: horizonte 
final. ¿Acaso nada?. 
Pero quedan los nombres.
             Jorge Guillén

RIO DUERO RIO DUERO
Río Duero, río Duero,
nadie a acompañarte baja:
nadie se detiene a oír
tu eterna estrofa de agua.
Indiferente o cobarde,
la ciudad vuelve la espalda.
No quiere ver en tu espejo
su muralla desdentada.
Tú, viejo Duero, sonríes
entre tus barbas de plata,
moliendo con tus romances
las cosechas mal logradas.
Y entre los santos de piedra
y los álamos de magia
pasas llevando en tus ondas
palabras de amor, palabras.
Quien pudiera, como tú,
a la vez quieto y en marcha,
cantar siempre el mismo verso,
pero con distinta agua.
Río Duero, río Duero,
nadie a estar contigo baja,
ya nadie quiere atender
tu eterna estrofa olvidada,
sino los enamorados
que preguntan por sus almas
y siembran en tus espumas
palabras de amor, palabras.
GERARDO DIEGO

ERA MI DOLOR TAN ALTO
Era mi dolor tan alto,
que la puerta de la casa
de donde salí llorando
me llegaba a la cintura.

¡Qué pequeños resultaban
los hombres que iban conmigo!
Crecí como una alta llama
de tela blanca y cabellos.

Si derribaran mi frente
los toros bravos saldrían,
luto en desorden, dementes,
contra los cuerpos humanos.

Era mi dolor tan alto,
que miraba al otro mundo
por encima del ocaso.
                          Manuel Altolaguirre.

CERRE MI PUERTA AL MUNDO
Cerré mi puerta al mundo;
se me perdió la carne por el sueño...
Me quedé, interno, mágico, invisible,
desnudo como un ciego.

Lleno hasta el mismo borde de los ojos,
me iluminé por dentro.

Trémulo, transparente,
me quedé sobre el viento,
igual que un vaso limpio
de agua pura,
como un ángel de vidrio
en un espejo.


Emilio Prados

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